De Semana a Festival: Llega el 10 Festival de Cine Francés 0 1418

En comparación a otros eventos de cine, la Semana del Cine Francés era modesta; una oportunidad de ponerse al día con algunas películas recientes del país galo, la gran mayoría vertidas hacia un público familiar. No se trataban de grandes estrenos, ni de imperdibles jales de prestigiosos festivales, pero para el público cinéfilo limeño, que desde siempre ha sido bastante francófilo, resultaba de interés.

La Semana, lamentablemente, fue una de las afectadas por la pandemia; tras dos años de desaparecer del calendario fílmico local, muchos se preguntaban si es que acaso podría volver en esta nueva realidad post-Covid. Este año, con las salas ya abiertas y muchos de nuevo poniéndose bajo el cobijo de una butaca en la oscuridad, el evento ahora regresa con nuevos bríos y un nuevo nombre: el Festival de Cine Francés.

Eso ya lo deja claro: ya no se trata de una simple muestra de películas de hace dos, tres años. Ahora, bajo la supervisión del cineasta y director del Festival Al Este David Duponchel, hay un esfuerzo consciente por crear una programación coherente y que muestre el carácter del evento.

Resulta más que aparente con la inclusión de una sección dedicada al cine fantástico; todo un género que suele faltar en más de un festival local. Afortunadamente, varios están abriendo sus puertas a este tipo de películas cada vez más.

Es así que en “Frantástico” encontramos desde un clásico de culto como El Planeta Salvaje (1973) de René Laloux, ambientado en un planeta dominado por gigantes azules (la imagen de un humanoide azul de ojos rojos es una que ya se ha vuelto parte de la cultura pop por osmosis), hasta lo más reciente del demente Quentin Dupieux, el mismo que ya anteriormente nos trajo Rubber (2010), la historia de una llanta asesina con poderes telequinéticos. Su más reciente delirio es Mandíbulas (2020), sobre dos amigos con una mosca gigante de mascota. Una premisa que viniendo de cualquier otro director haría a más de uno rascarse la cabeza, pero que resulta de lo más normal en el excéntrico mundo de Dupieux, que alguna vez hizo una película sobre la relación íntima entre un hombre y su chaqueta de gamuza.

Más allá del cine fantástico, el festival también cuenta con películas más “tradicionales”, para los que gozan de un cine galo más clásico centrado en diálogos e interacciones humanas. Y no hay filme más tradicional que Delicioso (2021) de Éric Besnard. Una combinación de cinta histórica con romance y cine gastronómico, esta gentil película está ambientada en la antesala de la Revolución Francesa; cuando el chef Manceron es expulsado del palacio aristocrático donde trabaja por sus innovadoras recetas, recae en una cabaña en el campo junto a su hijo y a otra compañera de palacio, donde pronto estarán atendiendo los paladares de cualquier viajero con el estómago vacío. Se trata de la creación del primer restaurante en Francia; no es una historia real, pero sirve como telón de fondo para un bienintencionado relato sobre derribar elitismos e unir a diferentes clases sociales a través de algo tan elemental como la comida. Delicioso es lo que se conoce como una película feel-good, de esas que pueden gustar a todo el mundo y como tal, es un buen punto de partida para adentrarse en el cine francés.

Esto es apenas una pequeña muestra de lo que ofrece el renacido Festival de Cine Francés, que va del 3 al 15 de mayo en las siguientes sedes: la Sala Roja del Centro Cultural PUCP, Cineplanet Alcázar, la Sala Armando Robles Godoy del Ministerio de Cultura, y la Alianza Francesa de Lima, Arequipa, Chiclayo, Cusco, Piura y Trujillo. Habrán además proyecciones al aire libre en el LUM y el Museo de Arte Contemporáneo (MAC). Mayor información, incluyendo horarios en este enlace.

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Cofundador y editor en FotografiaCalato.com. Bachiller en Periodismo de la Universidad Católica del Norte en Antofagasta, Chile. Master en Creative Writing, Publishing, and Editing (Escritura Creativa y Edición) de la Universidad de Melbourne, en Australia Redactor de Godard! Revista de Cine desde el 2005. Ha sido redactor de la revista de cine australiana Filmink. Colabora con el portal de noticias canadiense ScreenAnarchy. Miembro de la Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica (APRECI). Escribe el blog semanal Cinéfilo de Martes en la página web del diario Publimetro, además de colaborar con otros medios nacionales e internacionales. Redactor de la página web No Es En Serie, dedicada a series de televisión. Además mantiene su propio blog, Desaires, desde el 2005, donde escribe sobre cine, música y temas afines.

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Crítica: Yana-Wara 0 161

Yana-Wara (2023), como ya se sabe, es el último proyecto del puneño Óscar Catacora, co-dirigido junto su tío Tito. Se esperaban grandes cosas del joven Catacora luego de su prometedor debut, Wiñaypacha (2017), un crudo y difícil retrato de una cruenta vejez en el Ande peruano. Esta nueva película confirma que lo de ese primer filme no fue flor de un día; Catacora era un talento en ciernes, lo cual hace que su impensado fallecimiento en pleno rodaje duela aún más.

Yana-Wara (Luz Diana Mamani) es una niña huérfana y muda de apenas 13 años, obligada a vivir en la remota puna junto a su abuelo Don Evaristo. Tras asistir a una escuela rural, la joven es vejada por su maestro, lo cual lleva a su anciano cuidador a tomar una drástica decisión y a la justicia del pueblo a tomar cartas en el asunto.

En su momento, de Wiñaypacha se dijeron varias cosas; y si bien la mayoría estaba de acuerdo en que se trataba de uno de los mejores estrenos peruanos de la última década, completamente ajeno a consideraciones comerciales y más cercano al cine de autor, también se le acusó de tener una mirada miserabilista, o de pornomiseria, como se suele referir a películas hechas para el circuito festivalero que realzan la miseria de Latinoamérica para públicos extranjeros. La película de Catacora al final logró escapar de estos rótulos debido a su profunda humanidad; era un filme que golpeaba fuerte, que dejaba huella, pero que al menos lograba que el espectador reflexione acerca de ciertos aspectos de la vida cotidiana – al menos, en lo que se refiere a las relaciones paternales; más de uno seguramente quiso dar un abrazo a sus padres o abuelos inmediatamente después.

Este sentir tan compasivo y humano se extiende ahora a la historia de la pequeña Yana-Wara, sometida a vejamenes que no comprende y donde todos inevitablemente deciden por ella. En lo que se refiere a retratos audiovisuales del mundo andino, uno se puede acostumbrar a una imagen exótica y romántica de su estilo de vida, ritos y costumbres, realzando una faceta mística, de conexión con la naturaleza y el espíritu andino que bebe del cine y hasta de documentales televisivos o campañas de PromPerú; un retrato que a veces puede caer en lo condescendiente y paternalista. Para un público urbano y occidentalizado resulta fácil caer en este patrón e ignorar lo real, al considerarse algo lejano.

Los Catacora van en contra de esta visión y tal como en su anterior trabajo, Yana-Wara es una cruda y fuerte dosis de realidad sobre el Ande. La niña es sometida prácticamente a una tortura interminable, obedeciendo a prácticas y costumbres que pueden considerarse arcaicas y que rayan buena parte del tiempo en el abuso físico y psicológico; esto sumado a una sociedad se sabe es machista y que ya tiene visto robarle su propia voz a la niña incluso antes de que esta la pierda. Está además el sistema de justicia que ve el caso de Don Evaristo, uno donde parece primar el concepto del ojo por ojo sin mayor sutileza; en un país con un sistema judicial tan alicaido como el nuestro, esto no resulta un bálsamo.

Todo esto contrastado con la paz y serenidad de unos remotos aunque majestuosos paisajes andinos plasmados en blanco y negro; el contraste entre bucólicas vistas de la naturaleza y los sucesos a veces inhumanos que vemos en pantalla resulta chocante. Los Catacora no buscan aleccionar ni dar sermones; parecen solo estar mostrándonos sin tapujos una realidad de cierta región del país que muchos o pasan por alto o ven edulcorada, una que no ha cambiado nada en varios años; de ahí a que esta historia resulte atemporal y puede ser tanto contempóranea como ambientada hace 20, 30 años sin que se note la diferencia.

Por lo demás, Yana-Wara es una progresión natural en el cine de los realizadores puneños. Donde Wiñaypacha era contemplativa y de un estilo casi documental, esta recurre más a recursos cinematográficos, desde la narración a destiempo – buena parte del film es un flashback mientras Don Evaristo cuenta su historia a las autoridades – hasta marcados trucos de edición y momentos casi subliminales – una escena clave bien podría verse como una película de terror, con todo lo que eso conlleva. Lástima entonces que la carrera de Óscar haya quedado trunca justo cuando se estaba desarrollando. Ahora le queda a Tito tomar la posta, pero al menos nos queda como legado de este joven director dos filmes que están entre lo mejor del cine nacional reciente.

 

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Estreno: Tayta Shanti 0 503

«Una película sobre la familia y la identidad». Esa es la descripción de Tayta Shanti, tercer largometraje del huancaíno Hans Matos Cámac luego del «western andino» Pueblo Viejo y la reciente Peso Gallo. Se trata de un reencuentro entre Ángela (Julia Thays) y su hija Angie (María Tesoro) con sus familiares en Huancayo. Con la celebración del Tayta Shanti – fiesta emblemática del Valle del Mantaro – como trasfondo, ambas confrontarán a sus raíces e identidas provinciana.

“Somos testigos de los conflictos y problemas que vive una familia en el marco de la celebración de la fiesta del Tayta Shanti. Cada vez que contaba a alguien de qué iba la película, no dejaban de hablar de lo común que es la situación en Huancayo. Los jóvenes protagonistas de esta historia, verán cuestionada su identidad al verse enfrentados a una sociedad que los confronta”, comenta el director.

El director recuerda que desde niño ha participado en fiestas tradicionales con su familia. “Las carpas de comida, los castillones, la música, los vestuarios, la algarabía; todos estos elementos están grabados en mi memoria. Cuando un foráneo me pregunta por los excesos de la fiesta, comienzo a explicarle lo que la fiesta significa para mí: una oportunidad para reunir a la familia y estar juntos a pesar de nuestras diferencias. Con esta película espero compartir esas emociones con el público”.

Completan el reparto Gianco Ponce, Melvin Quijada, Marco Miranda, Laurens Flores y Benjamín Baltazar. Grabada íntegramente en Huancayo, Tayta Shanti se estrena el 29 de febrero.

 

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