Dorian Fernández-Moris nos invita al cine 0 1452

El día de hoy tuvimos la gran oportunidad de entrevistar a Dorian Fernandez-Moris, director de la película Desaparecer, pronta a estrenarse en cines comerciales este jueves 14 de mayo.

Y ya que todavía nos encontramos editando dicha entrevista, por el momento les dejamos este pequeño saludo que Dorian les dejó a todos los fanáticos y seguidores de FotografiaCalato.com. Ya saben, ¡a ir al cine a partir de este 14 de mayo!

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Fundador y editor en FotografíaCalato.com. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP, miembro de la APRECI—Asociación de Prensa Cinematográfica, y crítico de cine aprobado por RottenTomatoes.com. Cofundador y editor de FotografiaCalato.com y NoEsEnSerie.com. Colaborador en el libro "Video Games You Will Never Play", del colectivo Unseen64. Integra el staff de MasGamers.com, Nintendo.Pe y Fans de Zelda Perú, y los portales de cine Cinencuentro y ViveElCine.com.  Actualmente trabaja como Content Manager en RevolucionArte, empresa que publica el Programa de Mano Universal "Folk" para eventos teatrales y culturales.

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26 Festival de Cine de Lima: El Retorno 0 1245

Dos años después de la aparición del Covid-19, las cosas parecen estar volviendo de a pocos a la normalidad. La gente retoma sus actividades, los cines vuelven a abrir (la calidad de la cartelera, sin embargo, se mantiene desigual), nuestra clase política ha reabierto el circo y los festivales de cine vuelven a la presencialidad.

El Festival de Cine de Lima fue uno de ellos; luego de recibir el 2020 y el 2021 tras una pantalla, sacrificando todo aquello que hace de un festival, un festival – de lo contrario es ver películas solo en tu cuarto en una laptop – ahora vuelve para una versión híbrida, juntando lo mejor de ambos mundos. Para los que extrañaban conversar con extraños en la cola de una sala recomendándose películas, o tomándose el cafecito de rigor para sobrevivir a maratónicas sesiones de cine no comercial; o para los que prefieren evitarse las colas y las entradas acabándose en tiempo récord (siempre para las películas peruanas), ahora existen ambas opciones: retomar el aspecto social de un Festival, o quedarse en casa a salvo del virus y de los que inevitablemente roncan en una sala.

 

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Este año, el Festival abrió fuegos con La Danza de Los Mirlos de Álvaro Luque, documental acerca de la recordada agrupación de cumbia amazónica, infaltables en los 60s, 70s y 80s y que aún siguen vigentes. Para los fans, es una oportunidad de mover los pies con viejos amigos; para los que no saben nada de cumbia, como el humilde redactor de esta nota, es un buen punto de partida para adentrarse en el género, de la mano de uno de sus mayores cultores.

Resumiendo la historia de la agrupación en poco menos de 80 minutos, Luque crea un documental bienintencionado pero que queda corto; uno siente que la historia de los liderados por Jorge Rodríguez Grandez, con sus invaluables contribuciones a la música popular y sus altibajos por más de dos décadas, daba para dos horas o más. Esto es, antes que nada, un afectuoso tributo (ni siquiera un conflicto que dividió al grupo en dos es desarrollado más allá de un par de menciones), repleto de buena música; las canciones resultan tan enérgicas y pegajosas, que es casi imposible no querer seguir el ritmo.

Así lo pudo comprobar el público asistente cuando Rodríguez Grández y compañía hicieron una sorpresiva aparición en el escenario para tocar y poner a bailar a todo el auditorio; luego de una breve tocada, queda claro que Los Mirlos aún tienen energía de sobra. Fue una oportunidad además para que el público de un evento que a veces peca de muy solemne y formal pueda divertirse un rato.

 

 

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La competencia y secciones paralelas este año son mucho más reducidas, obedeciendo no sólo al readaptarse a la presencialidad luego de dos años, sino también a una reestructuración más austera que se viene dando últimamente en el Festival (mayor presencia del cine de género, menos películas provenientes de Cuba, invitados que no han actuado en telenovelas brasileras, etc.). En un panorama distinto en el que los festivales ahora tienen que competir con un sinfín de plataformas oficiales (Netflix, Mubi, Amazon y un largo etcétera) y no oficiales (los omnipresentes torrents), es bueno comprobar que no escasean los títulos de interés.

 

 

Entre estos títulos, llama la atención la presencia de Fernando Bacilio en dos títulos en la Competencia Ficción (y al ser los únicos nacionales en la terna, eso convierte al actor en un representante no oficial del país). La Pampa es un drama que además busca denunciar la trata de blancas alrededor de la minería ilegal en la Amazonía; queda ver si Dorian Fernández-Moris hace una buena transición al género dramático tras sus inicios en el terror y el suspenso. Por otro lado, Tiempos Futuros de Víctor Checa está ambientada en una Lima distópica y futurista centrada en la relación entre un padre y su hijo intentando sobrevivir. La ciencia ficción es un género injustamente poco representado en el cine nacional – salvo excepciones como El Limpiador de Adrián Saba o Entonces Ruth de Fernando Montenegro – por lo que cuando algún director decide adentrarse ahí, es para prestarle atención.

Fernando Bacilio llamó la atención de todos con El Mudo de los Hermanos Vega, con premio en Rotterdam incluido; le ha tomado nueve años volver a un protagónico en el cine y esta vez por partida doble. De lejos uno de nuestros mejores intérpretes, que se merece mejores papeles.

 

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El Festival siempre es una oportunidad para pasar revista al estado actual del cine latinoamericano. Últimamente, por ejemplo, se ha podido comprobar que el mejor cine de género viene saliendo de Brasil; ahí están Las Buenas Maneras de Marco Dutra y Juliana Rojas, una fábula sobre hombres lobo, o Bacurau de Kleber Mendonca Filho, una crítica social disfrazada de cinta de acción a lo John Carpenter. A esta saludable tradición se une Medusa de Anita Rocha da Silveira, sobre un grupo de fanáticas religiosas que van a misa en el día y en la noche se vuelven vigilantes a la caza de “pecadores”. Una crítica al fanatismo religioso y al conservadurismo más rancio, algo que ese país lamentablemente viene viviendo en los últimos años.

 

 

Colombia es otro país que goza de buena salud en su cine; ahí está Un Varón de Fabian Hernández como prueba. La historia de un joven que se mueve por los bajos fondos, un ambiente incierto lleno de criminalidad y violencia donde se ve obligado a madurar a la fuerza; escondido detrás de una actitud recia y fuerte está un niño abandonado que no sabe a quien acudir. Es un descarnado retrato de un submundo que se repite por todo América Latina y que muchos prefieren asumir no existe. Sin embargo, lo de Hernández no es denuncia, apenas una mirada incómoda y sin adornos a otra realidad; una mirada a la que bien se podría acusar de miserabilista.

El Perú, como siempre, aparece con una extensa presencia que abarca las Competencias de Ficción y Documental, pero también presentaciones especiales – Francisco Lombardi vuelve a la dirección luego de siete años con La Decisión de Amelia, que muchos esperan supere a la olvidable Dos Besos (una comedia negra que quiso ser un drama serio y por eso no cuajó) – y la Sección Hecho en el Perú, que entre ficción y docos demuestra que el panorama actual del cine nacional es bastante amplio, al menos por el lado de la realización; sin embargo, los criterios de programación de la sección, a todas luces arbitrarios, siguen siendo un misterio.

El Festival de Cine de Lima va del 4 al 12 de agosto. Mayor información, incluyendo horarios y sedes, en su página web.

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ENTREVISTA: Amiel Cayo 0 6486

Amiel Cayo (Puno, 1969) ha logrado destacar en los últimos años por sus papeles en filmes como La Deuda (Oliver’s Deal en inglés) de Barney Elliott y Retablo de Álvaro Delgado-Aparicio. Pero además de su faceta como actor, es un polifacético artista aficionado a las artes plásticas y la pintura, un fabricante de máscaras que además ha publicado tres libros: Willka Nina (2015), El Gato Pany (2016) y Juegos de Muerte: Tres Obras de Teatro (2016). Como director teatral, ha dirigido, entre otras, la obra para niños El Zorro y el Cuy.

Toda una experiencia que Amiel ha puesto en servicio del desarrollo cultural de su natal Puno y el Perú: Tuvimos la oportunidad de conversar con este actor acerca de su variada y muy creativa carrera artistíca.

 

Te dedicas a muchas disciplinas. ¿Cómo han contbuido todas a tu formación actoral?

En general, el arte te da la sensibilidad suficiente para percibir el mundo que te rodea. Desde niño, yo empecé con las artes plásticas, el dibujo, la pintura y ahí me he ido formando hasta la adolescencia. Esa práctica te afina la sensibilidad y ves las cosas de otra manera.

Empecé a hacer teatro por esas casualidades de la vida; no pensaba jamás hacerlo o entrar en la actuación, pero fue un mundo que me fue atrapando. Es una disciplina muy compleja donde pueden confluir diferentes habilidades, tanto la música, el canto, la actuación, inclusive otro tipo de saberes del conocimiento humano, como la ciencia.

A los 14 años me inserto en la vida cultural de Puno, participando activamente en varios movimientos y grupos culturales, como el Grupo Cuaternario, que era de pintores; la Asociación Juvenil Puno, que hacían música; fundando la Asociación Escena Inca para empezar a hacer teatro; posteriormente fundo mi propio grupo, que se llamó Yatiri.

¿Era donde bailabas?

No, era de teatro. Pero siempre, desde niño, he estado permanentemente con la Fiesta de la Candelaria todos los años, bailando. Recuerdo que cuando tenía 11 años un amigo me invito a tocar zampoñas en un conjunto. Fui, regresé como a las nueve de la noche a casa y mi mamá me esperaba y me dice “¿Qué haces, donde fuiste?”; yo feliz, “Mamá, estoy aprendiendo a tocar zampoña”, “¿Cómo? ¡No puede ser, como te vas a juntar con esos borrachos!” y así. Nunca más volví al grupo, hasta que a los 14 años me encontré con la Asociación Juvenil Puno, chicos que hacen otro tipo de música, entonces con una mayor capacidad de decisión, me uní. Fue una etapa muy rica para mí, que siempre recuerdo con mucho beneplácito; todas las vivencias que tuve y la formación, fueron las bases para lo que fui desarrollando en el futuro.

Hemos hablado de artes diferentes. ¿Cuál podrías decir es tu favorita? Y también, ¿Cuál ha sido tu actuación favorita?

De todas las disciplinas que he desarrollado y practicado, diría que es el teatro, la actuación, lo que más me ha llenado como ser humano, es donde han coincidido mis habilidades con las artes plásticas, la música y el canto. Aparte está el trabajo actoral en sí, porque tiene una dinámica compleja de entrenamiento, de preparar y construir los personajes; inclusive eso me permitió incursionar en la dramaturgia, que ahora aplico en la escritura de cuentos y novelas que estoy desarrollando. Todo eso a través de la actuación y el teatro.

En Extirpador de Idolatrías, colaboraste haciendo las máscaras y parte del arte.

Fue una manera de retomar; cuando empecé a hacer teatro, mi trabajo con las artes plásticas había quedado relegado. También me empecé a dar cuenta de la posibilidad de utilizar la máscara como un elemento plástico en la escena. Entonces empiezo a retomar; como ya tenía esa habilidad de modelar, dibujar, trabajar eso con las manos, empecé a investigar y desarrollar. Paralelamente a mi carrera de actor, hice carrera como artista plástico especializado en la construcción de máscaras.

Cuando se hizo Extirpador de Idolatrías, se requería para una escena medio fantasiosa, que me hacía recordar un poco a Akira Kurosawa, el director (Manuel Siles) me solicitó que le preste algunas máscaras y es así como se incorporaron a la escena.

¿Y que hacías con las máscaras, con tu trabajo? ¿Lo vendías en Puno?

No, porque este trabajo básicamente lo he desarrollado en Lima. En Puno recién están empezando a reconocerme, me mudé para allá hace dos años y estoy trabajando y haciendo una labor cultural fuerte. No me conocían como mascarero, pero sí aquí en Lima, de aquí pude salir a otras regiones donde sí he sido reconocido como artista de la máscara.

¿Mientras actuabas, te ganabas la vida haciendo máscaras?

Sí, claro. He tenido varios talleres aquí en Lima. En Yuyachkani fue donde más aprendí sobre las técnicas de elaboración, investigué sobre los personajes, las fiestas, como se usan las máscaras en la representación; no sólo hablamos de teatro, sino también la danza y otras disciplinas donde la máscara puede ser un elemento muy potente. Eso se lo debo a la Sala de Máscaras de Yuyachkani, ahí trabajé mucho tiempo hasta que salí para hacer mi propio taller y así desarrollarme y seguir aprendiendo, haciendo máscaras para muchos espectáculos, eventos, hasta ahora. A veces me solicitan de otros países para que les envíe máscaras. Pero digamos, es un trabajo complementario, no uno principal; me he abocado a la actuación, tanto en teatro como en cine.

 

Amiel y una de sus máscaras

 

Has hecho personajes completamente opuestos en tus roles en el cine y algunos son chamanes, hombres peligrosos y malvados, homosexuales enclosetados. Hay varios que no he nombrado, pero: ¿cuáles te han gustado más, te sientes identificado con alguno? ¿Crees que alguno haya trascendido?

De todas las películas que he hecho, que son seis largometrajes y tres cortos, está el personaje que desarrollé para La Deuda, un padre muy severo con su hijo y también muy protector, muy duro cuando los extranjeros quieren comprar sus tierras. Esa dureza, esa fortaleza, es quebrada por una situación que le pasa al personaje. Trabajar ese quiebre de alguien que a fin de cuentas es humano ha sido muy interesante y también ha tocado bastante fibras internas mías.

Otro personaje al que tengo mucho cariño es Noé Páucar de Retablo. Muchos dicen que el tema de la película es la homosexualidad reprimida y enclosetada que a veces se vive en el Ande y cuando se descubre es una bomba que estalla; estas actitudes a veces son mal vistas y reprimidas severamente por la gente. Trabajar esa sutileza no es trabajar lo obvio, lo exagerado de una persona en una situación así; para eso tuve que reconstruir la historia del personaje para poder representarlo frente a cámaras. Obviamente esa historia no se ve ni se dice en la película, pero el espectador lo siente.

En ambos casos siempre prima lo que es el amor, el amor filial, paternal, tanto en La Deuda como en Retablo. Una de las cosas que siempre me gusta trabajar es el no estereotipar al hombre andino, sino representarlo tal como es. He visto muchas películas y series donde hacen un estereotipo del hombre andino; en su forma de hablar, en su forma de vestirse, a veces cae en la chabacanería y eso no es bueno.

En el caso del chamán de Extirpador de Idolatrías, ¿cómo lo construiste?

Yo creo mucho en la espiritualidad; he visto a mi abuelo Ignacio hacer ceremonias de agradecimiento a la Pachamama y lo he tomado como referente. He aprendido mucho de él, crecí desde niño a su lado, me enseñó muchas cosas y cuando hago el personaje del chamán, me remito a mi abuelo para poder hablar con propiedad hacia el personaje del niño; soy como su protector. Al mismo tiempo, un chamán siempre es una representación del espíritu de alguna deidad andina; puede ser un apu, puede ser la cochamama, el inti, en fin, son varias deidades. En este caso, el referente de este chamán es el espíritu de una montaña.

Has hecho La Deuda, que es una co-producción; has estado en Lima, en zonas andinas, pero no has podido rodar en Puno, por ejemplo. Cuéntanos sobre estas experiencias.

La Deuda fue una superproducción con actores de Hollywood como Carlos Bardem o Stephen Dorff; para manejar todo el aparato logístico de ese tipo de producción, se requieren muchos recursos económicos. De igual manera Retablo, que aunque haya sido una producción peruana es una muy grande, de grandes recursos financieros. Rodé El Viaje Macho en Huancayo, una producción regional y el año pasado trabajé como asistente de dirección en Cusco, en Encanto de Sirena de Walter Aparicio. Las diferencias de rodar en producciones de Lima son el manejo de recursos que tienen y el profesionalismo con el que se manejan. En las regiones se intenta hacer un trabajo profesional, pero todavía están muy retrasados los mecanismos para conseguir fondos, para producir, tanto en el pre, el durante y el post; las producciones regionales en las que he trabajado adolecen de eso. En cierta medida han cubierto una parte, pero eso se suple con la creatividad de la gente que se involucra en las producciones, tanto en cámaras, luces, arte y todo eso. Todavía hace falta mayor conocimiento sobre cómo es la mecánica de producción de cine. Aún no he rodado en Puno porque no he tenido la oportunidad; vengo desarrollando proyectos para a futuro hacer algo ahí.

El año pasado hice un curso de Producción de Cine; para la mayoría en Puno, hacer cine es tomar una cámara, decirle “muévanse” a los actores y ya está. No hay una buena planificación, un planteamiento de lo que es la producción. Tratamos de abordar estos temas en el taller. El haber rodado seis películas me da la experiencia; he podido conocer aspectos no sólo del trabajo actoral, sino también he visto la parte de dirección, técnica y de producción.

 

 

Perú es uno de los países que menos invierte en cine, en educación, en todos estos procesos alrededor del cine. Tampoco hay una Ley de Cine revisada y actualizada, algo que sí tienen casi todos los países latinoamericanos. ¿Cómo ves este escenario que nos ha tocado? Más aún ahora que se está incrementando tanto la producción. Hay muchas películas hechas en regiones, la mayoría no se ven acá en Lima, ¿qué piensas de eso?

Hay creatividad y talento para producir películas, no sólo en Lima sino a nivel de regiones. Por ejemplo, Ayacucho, Huancayo, Trujillo, son regiones que producen bastante cine. Desde el estado, todavía no hay buenas políticas implementadas para fomentar y promover la actividad cinematográfica; DAFO es la única instancia del gobierno que promueve a través de sus concursos y premia para producir películas. El dinero que destinan a veces llega a cubrir 30-40 o en el mejor de los casos, el 50 por ciento de toda la producción de una película. Eso ayuda bastante a los productores del país, debería incrementarse aún más. Pero yo lo considero una deficiencia en cuanto a una ley que reglamente.

Aquí hay una falencia en cuanto a la promoción de las películas que se producen. El circuito comercial sólo prioriza películas de Estados Unidos, somos como una sucursal de ellos. Ese es el cine que más se ve, más se consume, el que más se comercializa; a diferencia de Corea, por ejemplo, donde priorizan más sus producciones y eso hace que la calidad de su cine crezca. Hay plataformas para ver y también hay un movimiento económico, los productores pueden invertir más dinero y mejorar la calidad de las películas. Pero como no hay eso, siempre se priorizan las películas que vienen de Estados Unidos. Uno ni se entera de que películas se han producido, cuales se han desarrollado; de alguna manera los festivales pueden suplir esa falencia, pero es mínimo. Se deberían crear espacios donde se puedan proyectar esas películas, eso sería un gran apoyo para el desarrollo del cine.

¿Qué les dirías a las personas del interior que quieren seguir esta carrera artística, en el cine?

Es una pregunta recurrente que me hacen; no sólo en el cine, sino en el arte en general. Siempre hay temor de los padres o de los chicos de poder hacer una carrera en la pintura, en la música, en la actuación. Yo siempre les digo que ser artista profesional es como cualquier otro profesional, sea abogado o ingeniero; así como ellos tienen un valor, el arte también tiene un valor en la sociedad. En la medida en que se abrace con convicción el trabajo que uno hace, va a poder abrirse a un mercado. Se suele relacionar al artista con ciertos vicios de la sociedad; creen que es fumón, alcohólico, bohemio, etc. En mi caso no fumo, no soy alcohólico, porque asumo mi profesión con disciplina y trabajo e investigo permanentemente. No tengo formación académica de una universidad, pero el trabajo empírico es un camino incluso más complejo, pero rico a la vez. El hacer teatro o pintura no es sólo contar con el talento o la habilidad; puedes ser un buen dibujante pero si no tienes un contenido, simplemente haces un dibujo técnico y punto, que no trasciende.

Para trascender hay que hacer todo un recorrido, hay que tener un trabajo de investigación para saber que estás haciendo y diciendo. Lo mismo pasa en la actuación para cine; cuando yo asumo un personaje investigo quien es y que hace, para poder decir eso frente a cámaras. Eso es lo que le recomiendo a los chicos que quieren hacer una carrera artística, que lo hagan con convicción y excelencia, porque sólo así pueden abrirse un camino o hacerse un lugar en este medio. A mí me ha costado hacerme de este sitio, para que reconozcan mi trabajo no sólo en Lima, sino también en otros países de Latinoamérica, en Europa. Ahora como estoy regresando a Puno recién están conociendo el trabajo que he hecho. Desde esa experiencia trato de aportar al movimiento cultural en Puno, siempre orientando, entregando estos conocimientos a los jóvenes.

¿Qué viene luego de todo esto? ¿Cuáles son tus expectativas o tus planes? ¿Quieres rodar definitivamente en Puno, te quieres quedar allá? ¿Qué has pensado?

Yo retorné a Puno y decidí hacer mi centro allá. Ni siquiera en la ciudad; estoy construyendo una casa y voy a construir un centro en el campo, en el terreno donde vivía mi abuelo. Siempre estoy viajando; paso la mitad del año en Puno y la otra mitad afuera, porque he desarrollado mi carrera afuera, los contactos, la gente que solicita mi trabajo; no puedo dejar eso de lado y enclaustrarme en Puno. Pero sí quiero generar desde ahí un movimiento cultural en la región y que se vaya expandiendo. A futuro hay muchos planes, siempre estoy pensando en ideas de cosas que quiero hacer. Estoy detrás de organizar un cine en Puno, hacer un festival de teatro, producir una serie u otras películas ahí. En el campo he empezado a desarrollar una actividad agrícola, cultivando papas, quinua; es bonito porque también es una manera de conectarte con la tierra, producir tus propios alimentos y eso te da otro tipo de sensibilidad.

Este centro que mencionas, ¿Sería un centro multidisciplinario, como tú, o lo vas a enfocar sólo al cine y teatro?

Tiene que ser multidisciplinario de todas maneras; va a ser un centro de retiros artísticos y espirituales. La zona donde está ubicado tiene una magia y tranquilidad, por el mismo hecho de estar apartada de la ciudad y del bullicio, tienes contacto con la naturaleza, con las montañas, estando a 4,000 metros de altura. Voy a vivir ahí, voy a crear ahí y las personas que quieran sumarse siempre estarán bienvenidas. Me escribe gente de diferentes lugares que quiere venir a trabajar conmigo y voy a tener ese espacio para recibirlos y compartir mi trabajo.

 

La faceta literaria de Amiel: Willka Nina (2015)
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