ENTREVISTA: Maria José Moreno 0 8567

Luego de haber obtenido una Licenciatura en Cine en la Universidad de París 8 en Francia, Maria José Moreno se gradúa de la Maestría en Dirección de Cine en la misma universidad; posteriormente obtiene un Máster en Guión Cinematográfico en la Escuela TAI de Madrid. Ha dirigido los cortometrajes de ficción Las Flores del Mal y La Rosa Náutica; y el largometraje documental Lima en la Piel.

Este último se presentará mañana sábado 26 de mayo en El Último Cine Club, como parte de su ciclo Documentalistas Peruanas Contemporáneas. La película pudo verse en la Competencia Oficial Latinoamericana del último BAFICI de Buenos Aires y se proyectará junto a La Rosa Naútica.

Nuestra colaboradora y amiga Lina Durán conversó con Majo Moreno antes de la proyección; lean la entrevista a continuación. La cita es mañana a las 6pm en Casa Fela – Jr. Camaná 323, segundo piso. Habrá un conversatorio post-película con la directora; el ingreso es libre.

 

Tú te vas a estudiar a Europa a los 19 años. Cuéntanos un poco sobre esa experiencia.

Yo estaba estudiando en el Teatro de la Universidad Católica (TUC); llevaba dos años ahí y decidí irme a estudiar a Francia. Postulé, me aceptaron y me fui a estudiar cine. La ventaja es que sabía hablar francés porque fui a un colegio francófono. Lo bueno es que la educación allá es pública; no me costó absolutamente nada. Otra ventaja para estudiantes extranjeros es que la visa te permite trabajar medio tiempo. Mi mamá no me podía pagar la vida allá; me ayudó con el pasaje y un poquito de la bolsa de viaje para los primeros meses, pero con la condición de que yo tenía que buscar trabajo.

Al poco tiempo de llegar ya estaba estudiando y trabajando. Primero hice una doble licenciatura en Cine y Teatro, y  en paralelo, siempre trabajé. Es duro, pero es el sacrificio que uno tiene que hacer para hacer las cosas que le gustan. Hay una tendencia de etiquetar a las personas que se van a estudiar al extranjero, piensan que eres una niña privilegiada, burguesa y mimada. En mi caso no fue así; yo me tuve que pagar todo, la vida, el alquiler, el transporte, la comida. Luego de acabar la doble licenciatura en Cine y Teatro, hice una Maestría en Dirección de Cine en la misma universidad, París 8, durante dos años.

Me imagino que ahí empezaste a generar esta propuesta de hacer Lima en la Piel y otros cortometrajes en Europa. ¿Cómo fue trabajar alrededor del cine ahí?

Todas las películas que he hecho, los cortos y el largo Lima en la Piel, son películas que he grabado en Perú, aunque Lima fue mi proyecto tesis de la maestría. He trabajado en el medio audiovisual de allá, en producción o como asistente de dirección o script, pero nunca he grabado un corto, a menos que no sea un ejercicio para la universidad. Todas las cosas que he hecho son totalmente arraigadas a mi país, porque sentí que eran las únicas cosas de la que podía hablar. No me nacía hablar sobre Francia o sobre Europa.

Los personajes de Lima en la Piel son personas muy trabajadoras. ¿Por qué los escogiste, que hay detrás de ellos?

Me puedo identificar con todos, porque encuentro en sus personalidades similitudes con la mía. Por ejemplo, me puedo encontrar en la fragilidad y soledad de Anita en algunos momentos de mi vida. Es un personaje muy dulce, una mujer admirable que a pesar de vivir en una condición tan precaria, no pierde la sonrisa, nunca se queja; hace su vida sin molestar a nadie. Yo la admiro por eso, porque tiene un corazón enorme, siempre está con la sonrisa y la buena disposición.

A Gloria la admiro porque es una luchadora, es una mujer que trabaja sin límites para mantener a su familia. Los mimos, Carmen y Juan, son para mí como la contraparte tierna del documental, una pareja de viejitos que se tienen y se cuidan el uno al otro, que tienen este ideal de vivir para el arte. Toda su vida han hecho el arte del mimo y dicen que lo seguirán haciendo hasta el día que se mueran. Me identifico con eso, porque también hago cine, he estudiado teatro; me identifico con esa pasión por el arte, por hacer lo que uno ama que tienen Carmen y Juan.

 

¿Cómo se inicia el proceso de esta película? ¿Empezó y terminó como querías o fue cambiando a medida que pasaba el tiempo?

Fue un proyecto que fue evolucionando por capricho del destino. Recuerdo haber estado en un curso de Cine Documental con un maestro al que admiro y recuerdo siempre; él nos hablaba mucho del cine del documentalista chileno Patricio Guzmán y nos leyó una cita suya que decía: “Una ciudad sin cine documental es como una familia sin álbum fotográfico”. Eso se quedó resonando en mi cabeza. Ahí fue cuando dije, “Tengo que hacer un documental sobre mi ciudad natal, Lima”; ahí nació la génesis de Lima en la Piel.

Me inspiré mucho en Johan van der Keuken, un documentalista holandés que admiro muchísimo y que ya falleció; él tiene un documental-retrato de Amsterdam llamado Amsterdam Global Village, donde retrata la ciudad y a través de los personajes uno va conociendo los distintos rostros de esta. Era un poco lo que yo quería hacer; Lima es una ciudad infinita, plural, tentacular de diez millones de habitantes. ¿Cómo voy a retratarla en una película? Estaba consciente de que mi documental iba a ser una muestra muy chiquita de lo que puede ser Lima, pero al menos iba a poder dar unas ciertas miradas de la ciudad aquí y ahora, una especie de instante milimétrico fotográfico frente al inminente devenir infinito del tiempo.

¿Quiénes iban a componer el documental? Cuando fui a Lima a hacer un primer trabajo de investigación no conocía a mucha gente, porque llevaba varios años en Francia. Dentro del círculo de amigos que tenía iba preguntando, “¿Conoces personas interesantes que me puedan mostrar un rostro distinto de Lima?” hasta que llegué a Anita. Una amiga me pasó la voz de un reportaje fotográfico que le hizo Paul Vallejos y La Ceguera Foto. Se titulaba “Ana María, la Puta más Vieja de Lima”, con unas fotos muy crudas, muy fuertes, pero a la vez con una belleza muy particular, donde retrataba muy bien la vida de esta prostituta mayor. Lo contacté, le hablé del proyecto y le pregunté si me la podía presentar. Al inicio fue bien cauteloso, cuidando mucho a Anita, pero confió en mí, me la presentó, ella tuvo buena conexión conmigo y nos volvimos amigas desde el primer día.

Luego estuve pensando que sería importante que haya una pescadora; me fui al terminal pesquero de Chorrillos a preguntar por una y me dijeron que había una sola, que era Gloria. Di con ella después de una larga investigación y aceptó participar en el documental. A los mimos los conocí por (la actriz) Muki Sabogal, ella me habló de esta pareja de viejitos que tenían su casita justo debajo del Puente de los Suspiros. Me pareció muy tierno, son realmente muy amorosos. Hubo una química instantánea y me adoptaron como una nieta. Me pareció lindo retratar la vejez desde el punto de vista de estos mimos. Así fue como se construyeron los personajes. Me di cuenta que el eje principal era la vejez, personas que ya están en el ocaso de sus vidas. Está la piel también, Lima como una metáfora de una piel gigante que los envuelve a todos, la ciudad donde nacieron, vivieron y donde van a morir; Juan el mimo falleció hace poco más de un año, por eso le dediqué la película. También es la metáfora de la piel vieja, deteriorada, arrugada y manchada de Anita la prostituta, la piel del pescado que Gloria despelleja; los mimos son como una piel en la que se envuelven el uno al otro. Cada personaje tiene algo que no tiene el otro; Gloria tiene a su familia, una grande donde hay amor y cariño, se apoyan los unos a los otros, pero no tiene dinero. Anita es la encarnación de la soledad, no tiene absolutamente a nadie. Los mimos se tienen el uno al otro, pero nunca pudieron tener hijos.

¿Los personajes que tuviste que editar también eran de la tercera edad?

La mayoría sí. Tres personajes quedaron fuera: la señora del corazón más grande del Perú, tiene un problema cardíaco que hace que el corazón le crezca cada vez más. La conocí en el Instituto Nacional Cardiovascular (INCOR), cuando me estaban haciendo un examen al corazón. Luego estaba Frida, la primera mujer en conducir un bus de dos cuerpos de los que hay en la Vía Expresa. También estaba la Torita, una cantante de hip hop y rap muy conocida en los sectores populares; ella iba a ser el contrapunto de juventud. Las tres mujeres eran muy interesantes, pero algo no cuajaba en la edición y las tuve que descartar. La fuerza del documental radicaba en Anita, los mimos y Gloria.

Este proyecto era tu primer largometraje y no habías vivido acá en siete años. ¿Quiénes son este equipo que te apoya?

Éramos tres personas: Christian, que hace la dirección de fotografía; José Carlos, que hace el sonido; y yo, que dirigí y produje. A Christian ya lo conocía porque fue asistente de fotografía de mi primer cortometraje de ficción. Nos llevamos muy bien y siempre hablábamos de la idea de trabajar juntos. José Carlos, el sonidista, es amigo de Christian y fue él quien me lo recomendó; felizmente nos llevábamos bien los tres, como una familia, incluso habían días en los que dormíamos juntos, llegábamos muy tarde de grabar y al día siguiente había que seguir y nos quedábamos a dormir algunas horas en la casa de Christian. Éramos como una pequeña familia, fue muy bonito. Los chicos dieron todo de ellos para el rodaje, que fue guerrero; no teníamos ni claqueta, se hacía con una palmada.

¿Cuánto duró todo el proceso?

Se grabó en dos tiempos: 10 días en verano 2013 y en julio, trece días en invierno; 23 días en total. Fue maratónico, pero lindo. Me gusta trabajar así, con un equipo mínimo. Fue riesgoso; nos metimos a zonas peligrosas de Lima, algunas personas nos decían “están locos, los han podido asaltar, les han podido quitar los equipos”. Pero igual nos arriesgamos y no nos pasó nada, por suerte.

¿Tus personajes vieron la película? ¿Qué opinaron de ella?

Hasta ahora sólo la ha visto Anita. Le gustó mucho; la vio en la proyección de Transcinema. Gloria y sus hijos han podido verla hasta ahora, porque cuando les he pasado la voz no hemos coincidido en horarios; voy a ver si pueden ir este sábado. Con Carmen la situación es un poco especial; desde que Juan falleció, ella está muy sensible con el tema. Cuando empezamos a grabar Lima en la Piel ya tenía principios de Alzheimer. Ahora está más avanzado, se olvida mucho de las cosas a mediano, corto plazo pero de Juan nunca se olvida. Ella se muere por ver el documental, pero tiene que verlo en casa de una de sus amigas en Barranco, porque va a ser algo muy fuerte, muy duro para ella.

Hay escenas que me parecieron muy bacanes porque nunca las he visto en documentales peruanos, por ejemplo la escena en el Parque de las Aguas, las personas retratando su forma de vida, sus vestuarios y estilos, etc. ¿Cómo nacen estas escenas? ¿Por qué las metes ahí? Me gusta mucho que sea otra mirada de Lima, la sentí como una reivindicación de algunas personas que son invisibles pero son parte de la Lima actual.

Como también estaba esta premisa de retratar la ciudad de Lima y sus habitantes, no me podía concentrar sólo en los personajes principales. Yo lo tomé cómo hacer también estampas de la ciudad de Lima yendo a grabar en distintos lugares. Habían personajes secundarios y personajes estampas. Los secundarios son los hijos de Gloria, por ejemplo, los que pueden salir más de una vez en la historia. Los estampa son los que salen una vez y a los que se les pregunta algo muy corto. Fuimos a grabar al Parque de las Aguas y encontramos una pareja de cantantes de música folclórica; luego fuimos a la Plaza de Armas, habían unas quinceañeras, unas novias, también las entrevistamos. Grabamos en Agua Dulce, en conciertos, etc. Esa era la idea de hacer estampas; cuando grabamos a Lima y sus habitantes salimos un poco a la superficie a respirar y luego volvimos a sumergirnos y entramos otra vez en profundidad en la vida de los personajes principales.

 

 

¿Lima en la Piel tiene algo de La Rosa Náutica?

Está libremente inspirado en el personaje de Anita, porque la protagonista de Rosa es una prostituta de cuarenta años que se enamora de uno de sus clientes, pero él sólo la minimiza y ella tiene la esperanza de que quizás en algún momento la corresponda. Está basado en una historia que me contó Anita, porque ella se inició en la prostitución a los cuarenta y me contó que se enamoró de uno de sus clientes. Me agarré de eso para escribir la historia de La Rosa Náutica, pero obviamente con matices propios, cosas que yo le he puesto.

¿Ahora estás haciendo otra Rosa, no? Cuéntanos sobre eso.

Es mi nuevo proyecto, un cortometraje de ficción experimental. Es la historia de la Rosa de El Principito, que envejece y decide ir a buscarlo. Aterriza en Lima y es una mirada a nuestra sociedad contemporánea, pesimista y decadente. Es el viaje de la Rosita buscando al Principito, errando por las calles de Lima. Es de corte surrealista; la protagonista va a llevar una máscara en forma de rosa roja que llevará puesta todo el tiempo. Una mujer con cuerpo humano y cabeza de rosa; por eso el corto se llama La Mujer Rosa.

Todos tus personajes son mujeres; siento una gran femineidad dentro de esto. ¿La construcción de ellas fue muy importante para ti?

Hay un patrón que se repite en las películas que he hecho y en la que voy a grabar. En Lima en la Piel, la mayoría de los personajes son mujeres, en mis dos cortos también son mujeres mayores y solitarias. El que voy a grabar también es sobre una mujer mayor y solitaria. No es que yo lo quiera hacer así, es algo que se ha dado porque son las cosas de las que me nace hablar. Me he dado cuenta que las películas son bien femeninas, pero es porque yo me identifico con los personajes; las entiendo y las comprendo. No me nace hasta ahora hacer una película cuyo protagonista sea un hombre.

Hay otra experiencia en el extranjero: tu película acaba de mostrarse en el Bafici. ¿Cómo le fue allá?

Para mí fue hermoso; creo que ha sido el viaje más lindo que he tenido en mi vida. La gente del Bafici eran muy amables, todos han sido muy atentos. Hermosa la experiencia de estar viendo películas todo el día. La recepción que tuvo la película también fue muy buena, muy positiva. La gente se acercaba a hacer preguntas, a agradecer; la experiencia más mágica con respecto al cine que he tenido ha sido en la última proyección de Lima en la Piel en Bafici. Cuando acabó, se me acerca una chica llorando, atragantándose con el llanto. Me dice, “Gracias, ¿te puedo dar un abrazo?” Y yo dije, “Por supuesto, ¿Qué pasa, en que te puedo ayudar?” Y me dice, “En realidad estoy muy conmovida por la película y todo lo que nos contaste al final”. La abracé, me contagió el llanto y también me puse a llorar. Nunca en mi vida había vivido algo así. Luego pienso: “Que lindo ir a otro país y ver cautivada así a una persona, que se ponga a llorar y te agradezca, que hermoso”. Si voy a hacer cine para que ocurran estas cosas tan hermosas, que bien, me estimulan a seguir haciendo más cine. Yo siempre he pensado que el cine sirve para cautivar y ese siempre ha sido mi objetivo. Fue mi primera experiencia en un festival extranjero con una película largometraje en competencia, algo totalmente nuevo pero muy enriquecedor y que no voy a olvidar nunca.

¿Y cómo le fue a la película en Transcinema?

Es un festival al que  le tengo mucho cariño; yo decidí por voluntad propia que Lima en la Piel se estrenara ahí. Pero bueno, fue un festival local, en mi país; la película tuvo cierto público, pero no la cantidad ni la acogida que tuvo en Bafici, que es un festival enorme; ahí se respiraba cine en cada rincón. Esa experiencia fue inolvidable. Pero Transcinema es un festival muy arriesgado, con una programación hermosa y para mí ha sido un honor estrenar mi película ahí, en la Competencia Transandina.

En este momento eres docente; cuéntanos un poco sobre esa experiencia. ¿Cuáles son tus planes, que has pensado hacer en cine? ¿Vas a seguir enseñando, haciendo películas?

Desde hace un año trabajo como docente universitaria de cursos de cine y audiovisual. Me gusta mucho enseñar, me parece hermoso compartir conocimiento con los alumnos y yo aprendo mucho de ellos. Pero no quiero vivir sólo de enseñar, quiero seguir haciendo cine. Sigo trabajando en mis proyectos; por ejemplo, dentro de un mes voy a grabar La Mujer Rosa y estoy escribiendo mi primer largometraje de ficción, que tiene tintes autobiográficos y habla de una infancia agridulce desde el punto de vista de una niña huérfana. Se llama Los Días Azules.

También tengo un proyecto nuevo de largometraje documental, medio autobiográfico y a la vez un retrato de otras personas que al igual que yo también tienen un problema cardíaco y están a la espera de un diagnóstico más exacto sobre lo que tienen. Se llama El Lado Izquierdo del Corazón. También es una búsqueda de mi padre, que falleció cuando yo era muy pequeña, sobre su familia, sobre el pasado de mi madre. Es una búsqueda que implica muchas cosas. No quiero hablar mucho sobre eso, pero hay dos proyectos, el documental, el largo de ficción y en verano vamos a grabar un corto de ficción con el mismo equipo de siempre, en la selva.

 

Majo Moreno junto a Anita, protagonista de Lima en la Piel

 

No te lo pierdasTe podría interesar
Diseñadora de modas, directora de arte y docente. Co-directora y co-programadora de Insólito: Festival de Cine de Terror y Fantasía y de El Último Cine Club.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Crítica: Yana-Wara 0 164

Yana-Wara (2023), como ya se sabe, es el último proyecto del puneño Óscar Catacora, co-dirigido junto su tío Tito. Se esperaban grandes cosas del joven Catacora luego de su prometedor debut, Wiñaypacha (2017), un crudo y difícil retrato de una cruenta vejez en el Ande peruano. Esta nueva película confirma que lo de ese primer filme no fue flor de un día; Catacora era un talento en ciernes, lo cual hace que su impensado fallecimiento en pleno rodaje duela aún más.

Yana-Wara (Luz Diana Mamani) es una niña huérfana y muda de apenas 13 años, obligada a vivir en la remota puna junto a su abuelo Don Evaristo. Tras asistir a una escuela rural, la joven es vejada por su maestro, lo cual lleva a su anciano cuidador a tomar una drástica decisión y a la justicia del pueblo a tomar cartas en el asunto.

En su momento, de Wiñaypacha se dijeron varias cosas; y si bien la mayoría estaba de acuerdo en que se trataba de uno de los mejores estrenos peruanos de la última década, completamente ajeno a consideraciones comerciales y más cercano al cine de autor, también se le acusó de tener una mirada miserabilista, o de pornomiseria, como se suele referir a películas hechas para el circuito festivalero que realzan la miseria de Latinoamérica para públicos extranjeros. La película de Catacora al final logró escapar de estos rótulos debido a su profunda humanidad; era un filme que golpeaba fuerte, que dejaba huella, pero que al menos lograba que el espectador reflexione acerca de ciertos aspectos de la vida cotidiana – al menos, en lo que se refiere a las relaciones paternales; más de uno seguramente quiso dar un abrazo a sus padres o abuelos inmediatamente después.

Este sentir tan compasivo y humano se extiende ahora a la historia de la pequeña Yana-Wara, sometida a vejamenes que no comprende y donde todos inevitablemente deciden por ella. En lo que se refiere a retratos audiovisuales del mundo andino, uno se puede acostumbrar a una imagen exótica y romántica de su estilo de vida, ritos y costumbres, realzando una faceta mística, de conexión con la naturaleza y el espíritu andino que bebe del cine y hasta de documentales televisivos o campañas de PromPerú; un retrato que a veces puede caer en lo condescendiente y paternalista. Para un público urbano y occidentalizado resulta fácil caer en este patrón e ignorar lo real, al considerarse algo lejano.

Los Catacora van en contra de esta visión y tal como en su anterior trabajo, Yana-Wara es una cruda y fuerte dosis de realidad sobre el Ande. La niña es sometida prácticamente a una tortura interminable, obedeciendo a prácticas y costumbres que pueden considerarse arcaicas y que rayan buena parte del tiempo en el abuso físico y psicológico; esto sumado a una sociedad se sabe es machista y que ya tiene visto robarle su propia voz a la niña incluso antes de que esta la pierda. Está además el sistema de justicia que ve el caso de Don Evaristo, uno donde parece primar el concepto del ojo por ojo sin mayor sutileza; en un país con un sistema judicial tan alicaido como el nuestro, esto no resulta un bálsamo.

Todo esto contrastado con la paz y serenidad de unos remotos aunque majestuosos paisajes andinos plasmados en blanco y negro; el contraste entre bucólicas vistas de la naturaleza y los sucesos a veces inhumanos que vemos en pantalla resulta chocante. Los Catacora no buscan aleccionar ni dar sermones; parecen solo estar mostrándonos sin tapujos una realidad de cierta región del país que muchos o pasan por alto o ven edulcorada, una que no ha cambiado nada en varios años; de ahí a que esta historia resulte atemporal y puede ser tanto contempóranea como ambientada hace 20, 30 años sin que se note la diferencia.

Por lo demás, Yana-Wara es una progresión natural en el cine de los realizadores puneños. Donde Wiñaypacha era contemplativa y de un estilo casi documental, esta recurre más a recursos cinematográficos, desde la narración a destiempo – buena parte del film es un flashback mientras Don Evaristo cuenta su historia a las autoridades – hasta marcados trucos de edición y momentos casi subliminales – una escena clave bien podría verse como una película de terror, con todo lo que eso conlleva. Lástima entonces que la carrera de Óscar haya quedado trunca justo cuando se estaba desarrollando. Ahora le queda a Tito tomar la posta, pero al menos nos queda como legado de este joven director dos filmes que están entre lo mejor del cine nacional reciente.

 

Continuar leyendo

3er Lima Alterna: Innova, Experimenta, Ve Cine 0 1954

¿Cómo abordar un festival de cine como Lima Alterna? Se puede empezar con las buenas noticias: su tercera edición será tanto virtual como presencial, una versión híbrida que no puede hacer más que aumentarles el perfil luego de dos años de forzada presencia digital. Esto va de la mano con un crecimiento que los ve llegar a cinco salas en Lima y tres en provincias.

Otra opción más en el calendario festivalero nunca está de más, especialmente tras dos años de pandemia.

Pero de nuevo queda la interrogante: ¿Cómo abordar Lima Alterna? Volvamos al principio: Lima Alterna nace de lo que fue Lima Independiente, cuya misión se encontraba en el nombre: cine independiente, experimental, creativo, alejado de lo convencional y que hasta hoy es recordado por haber traído al aquel entonces ganador de la Palma de Oro en Cannes, Apichatpong Weerasethakul.

Lima Alterna, sin embargo, está abriendose su propio camino. Y desde ya se pueden ver las que se están convirtiendo en sus caracteristicas definitorias. Esta su variedad geográfica; mientras que la vieja confiable para varios eventos locales es buscar cine de Europa (Francia, España, Rusia, Francia, los sospechosos comunes), este es un festival que va más allá y nos trae filmografías de países tan insospechados como Bangladesh, Palestina, las Islas Salomón o la República del Congo, por dar algunos ejemplos. Si se trata de conocer cine de otras latitudes, han hecho la tarea.

Pero también está la voluntad del festival de experimentar, de ir más allá del típico cine de tres actos. Y no sólo con un denso cine de autor, sino también con algo de espiritu lúdico; de ahí su aceptación del cine de género (sci-fi, terror, etc.) pasado por el filtro de lo experimental. Eso se ve desde la película con la que inauguraron hace ya dos años, Jesus Shows You The Way to The Highway, un delirio indescriptible sobre hackers, figuras religiosas y Batman.

 

 

Y se ve de nuevo con The Timekeepers of Eternity, que a pesar del nombre que parece sacado de novela juvenil distópica, no es más que una reedición y reencauchada de una miniserie de dos capítulos de 1995, The Langoliers, basada en un cuento de Stephen King y que muchos fans están de acuerdo no es de las mejores adaptaciones del celebrado autor; esa es la manera diplomática de decir que es bastante mala.

Un grupo de personas en un vuelo de rutina despierta para encontrar el avión desierto, lo mismo el resto del mundo; parece son las únicas que quedan. El gran giro es que han viajado al pasado, un pasado “muerto” y que está a punto de ser devorado por las criaturas del título, que gracias a los efectos especiales noventeros parecen Pac-manes marrones calidad Playstation 1. Lo único por lo que se recuerda hoy es justamente esas criaturas y por el primo Balki de Perfectos Desconocidos sobreactuando como nunca en la vida como un ejecutivo al borde un colapso nervioso.

Y es justamente el desequilibrado Mister Toomy el que se vuelve el enfoque de esta nueva versión, ahora presentada en blanco y negro y con animación hecha en papel; un pequeño juego que convierten a esta somnífera película en un experimento psicológico. Sólo hay que aguantar diálogos dignos de telenovela cebollera y uno que otro actor que parece narcotizado. Así, con animación y un nuevo montaje más cercano a la paranoia, The Langoliers cobra otra dimension. El que hayan podido resumir una película de tres horas en 60 minutos y que aún se mantenga coherente dice mucho de lo olvidable que es la versión original.

 

 

Este tipo de innovaciones y experimentos es justamente lo que parece persigue un festival como Lima Alterna. Es cierto que puede ser intimidante para el espectador promedio; es un gusto adquirido. Pero si están dispuestos a tener paciencia y sumergirse en este cine poco convencional, quien sabe que tipo de cosas se pueden encontrar.

 

El 3er Lima Alterna Festival Internacional de Cine va del 13 al 23 de octubre. Para más información, incluyendo sedes y horarios, visiten la página web.

Continuar leyendo