Luego de haber obtenido una Licenciatura en Cine en la Universidad de París 8 en Francia, Maria José Moreno se gradúa de la Maestría en Dirección de Cine en la misma universidad; posteriormente obtiene un Máster en Guión Cinematográfico en la Escuela TAI de Madrid. Ha dirigido los cortometrajes de ficción Las Flores del Mal y La Rosa Náutica; y el largometraje documental Lima en la Piel.
Este último se presentará mañana sábado 26 de mayo en El Último Cine Club, como parte de su ciclo Documentalistas Peruanas Contemporáneas. La película pudo verse en la Competencia Oficial Latinoamericana del último BAFICI de Buenos Aires y se proyectará junto a La Rosa Naútica.
Nuestra colaboradora y amiga Lina Durán conversó con Majo Moreno antes de la proyección; lean la entrevista a continuación. La cita es mañana a las 6pm en Casa Fela – Jr. Camaná 323, segundo piso. Habrá un conversatorio post-película con la directora; el ingreso es libre.
Tú te vas a estudiar a Europa a los 19 años. Cuéntanos un poco sobre esa experiencia.
Yo estaba estudiando en el Teatro de la Universidad Católica (TUC); llevaba dos años ahí y decidí irme a estudiar a Francia. Postulé, me aceptaron y me fui a estudiar cine. La ventaja es que sabía hablar francés porque fui a un colegio francófono. Lo bueno es que la educación allá es pública; no me costó absolutamente nada. Otra ventaja para estudiantes extranjeros es que la visa te permite trabajar medio tiempo. Mi mamá no me podía pagar la vida allá; me ayudó con el pasaje y un poquito de la bolsa de viaje para los primeros meses, pero con la condición de que yo tenía que buscar trabajo.
Al poco tiempo de llegar ya estaba estudiando y trabajando. Primero hice una doble licenciatura en Cine y Teatro, y en paralelo, siempre trabajé. Es duro, pero es el sacrificio que uno tiene que hacer para hacer las cosas que le gustan. Hay una tendencia de etiquetar a las personas que se van a estudiar al extranjero, piensan que eres una niña privilegiada, burguesa y mimada. En mi caso no fue así; yo me tuve que pagar todo, la vida, el alquiler, el transporte, la comida. Luego de acabar la doble licenciatura en Cine y Teatro, hice una Maestría en Dirección de Cine en la misma universidad, París 8, durante dos años.
Me imagino que ahí empezaste a generar esta propuesta de hacer Lima en la Piel y otros cortometrajes en Europa. ¿Cómo fue trabajar alrededor del cine ahí?
Todas las películas que he hecho, los cortos y el largo Lima en la Piel, son películas que he grabado en Perú, aunque Lima fue mi proyecto tesis de la maestría. He trabajado en el medio audiovisual de allá, en producción o como asistente de dirección o script, pero nunca he grabado un corto, a menos que no sea un ejercicio para la universidad. Todas las cosas que he hecho son totalmente arraigadas a mi país, porque sentí que eran las únicas cosas de la que podía hablar. No me nacía hablar sobre Francia o sobre Europa.
Los personajes de Lima en la Piel son personas muy trabajadoras. ¿Por qué los escogiste, que hay detrás de ellos?
Me puedo identificar con todos, porque encuentro en sus personalidades similitudes con la mía. Por ejemplo, me puedo encontrar en la fragilidad y soledad de Anita en algunos momentos de mi vida. Es un personaje muy dulce, una mujer admirable que a pesar de vivir en una condición tan precaria, no pierde la sonrisa, nunca se queja; hace su vida sin molestar a nadie. Yo la admiro por eso, porque tiene un corazón enorme, siempre está con la sonrisa y la buena disposición.
A Gloria la admiro porque es una luchadora, es una mujer que trabaja sin límites para mantener a su familia. Los mimos, Carmen y Juan, son para mí como la contraparte tierna del documental, una pareja de viejitos que se tienen y se cuidan el uno al otro, que tienen este ideal de vivir para el arte. Toda su vida han hecho el arte del mimo y dicen que lo seguirán haciendo hasta el día que se mueran. Me identifico con eso, porque también hago cine, he estudiado teatro; me identifico con esa pasión por el arte, por hacer lo que uno ama que tienen Carmen y Juan.
¿Cómo se inicia el proceso de esta película? ¿Empezó y terminó como querías o fue cambiando a medida que pasaba el tiempo?
Fue un proyecto que fue evolucionando por capricho del destino. Recuerdo haber estado en un curso de Cine Documental con un maestro al que admiro y recuerdo siempre; él nos hablaba mucho del cine del documentalista chileno Patricio Guzmán y nos leyó una cita suya que decía: “Una ciudad sin cine documental es como una familia sin álbum fotográfico”. Eso se quedó resonando en mi cabeza. Ahí fue cuando dije, “Tengo que hacer un documental sobre mi ciudad natal, Lima”; ahí nació la génesis de Lima en la Piel.
Me inspiré mucho en Johan van der Keuken, un documentalista holandés que admiro muchísimo y que ya falleció; él tiene un documental-retrato de Amsterdam llamado Amsterdam Global Village, donde retrata la ciudad y a través de los personajes uno va conociendo los distintos rostros de esta. Era un poco lo que yo quería hacer; Lima es una ciudad infinita, plural, tentacular de diez millones de habitantes. ¿Cómo voy a retratarla en una película? Estaba consciente de que mi documental iba a ser una muestra muy chiquita de lo que puede ser Lima, pero al menos iba a poder dar unas ciertas miradas de la ciudad aquí y ahora, una especie de instante milimétrico fotográfico frente al inminente devenir infinito del tiempo.
¿Quiénes iban a componer el documental? Cuando fui a Lima a hacer un primer trabajo de investigación no conocía a mucha gente, porque llevaba varios años en Francia. Dentro del círculo de amigos que tenía iba preguntando, “¿Conoces personas interesantes que me puedan mostrar un rostro distinto de Lima?” hasta que llegué a Anita. Una amiga me pasó la voz de un reportaje fotográfico que le hizo Paul Vallejos y La Ceguera Foto. Se titulaba “Ana María, la Puta más Vieja de Lima”, con unas fotos muy crudas, muy fuertes, pero a la vez con una belleza muy particular, donde retrataba muy bien la vida de esta prostituta mayor. Lo contacté, le hablé del proyecto y le pregunté si me la podía presentar. Al inicio fue bien cauteloso, cuidando mucho a Anita, pero confió en mí, me la presentó, ella tuvo buena conexión conmigo y nos volvimos amigas desde el primer día.
Luego estuve pensando que sería importante que haya una pescadora; me fui al terminal pesquero de Chorrillos a preguntar por una y me dijeron que había una sola, que era Gloria. Di con ella después de una larga investigación y aceptó participar en el documental. A los mimos los conocí por (la actriz) Muki Sabogal, ella me habló de esta pareja de viejitos que tenían su casita justo debajo del Puente de los Suspiros. Me pareció muy tierno, son realmente muy amorosos. Hubo una química instantánea y me adoptaron como una nieta. Me pareció lindo retratar la vejez desde el punto de vista de estos mimos. Así fue como se construyeron los personajes. Me di cuenta que el eje principal era la vejez, personas que ya están en el ocaso de sus vidas. Está la piel también, Lima como una metáfora de una piel gigante que los envuelve a todos, la ciudad donde nacieron, vivieron y donde van a morir; Juan el mimo falleció hace poco más de un año, por eso le dediqué la película. También es la metáfora de la piel vieja, deteriorada, arrugada y manchada de Anita la prostituta, la piel del pescado que Gloria despelleja; los mimos son como una piel en la que se envuelven el uno al otro. Cada personaje tiene algo que no tiene el otro; Gloria tiene a su familia, una grande donde hay amor y cariño, se apoyan los unos a los otros, pero no tiene dinero. Anita es la encarnación de la soledad, no tiene absolutamente a nadie. Los mimos se tienen el uno al otro, pero nunca pudieron tener hijos.
¿Los personajes que tuviste que editar también eran de la tercera edad?
La mayoría sí. Tres personajes quedaron fuera: la señora del corazón más grande del Perú, tiene un problema cardíaco que hace que el corazón le crezca cada vez más. La conocí en el Instituto Nacional Cardiovascular (INCOR), cuando me estaban haciendo un examen al corazón. Luego estaba Frida, la primera mujer en conducir un bus de dos cuerpos de los que hay en la Vía Expresa. También estaba la Torita, una cantante de hip hop y rap muy conocida en los sectores populares; ella iba a ser el contrapunto de juventud. Las tres mujeres eran muy interesantes, pero algo no cuajaba en la edición y las tuve que descartar. La fuerza del documental radicaba en Anita, los mimos y Gloria.
Este proyecto era tu primer largometraje y no habías vivido acá en siete años. ¿Quiénes son este equipo que te apoya?
Éramos tres personas: Christian, que hace la dirección de fotografía; José Carlos, que hace el sonido; y yo, que dirigí y produje. A Christian ya lo conocía porque fue asistente de fotografía de mi primer cortometraje de ficción. Nos llevamos muy bien y siempre hablábamos de la idea de trabajar juntos. José Carlos, el sonidista, es amigo de Christian y fue él quien me lo recomendó; felizmente nos llevábamos bien los tres, como una familia, incluso habían días en los que dormíamos juntos, llegábamos muy tarde de grabar y al día siguiente había que seguir y nos quedábamos a dormir algunas horas en la casa de Christian. Éramos como una pequeña familia, fue muy bonito. Los chicos dieron todo de ellos para el rodaje, que fue guerrero; no teníamos ni claqueta, se hacía con una palmada.
¿Cuánto duró todo el proceso?
Se grabó en dos tiempos: 10 días en verano 2013 y en julio, trece días en invierno; 23 días en total. Fue maratónico, pero lindo. Me gusta trabajar así, con un equipo mínimo. Fue riesgoso; nos metimos a zonas peligrosas de Lima, algunas personas nos decían “están locos, los han podido asaltar, les han podido quitar los equipos”. Pero igual nos arriesgamos y no nos pasó nada, por suerte.
¿Tus personajes vieron la película? ¿Qué opinaron de ella?
Hasta ahora sólo la ha visto Anita. Le gustó mucho; la vio en la proyección de Transcinema. Gloria y sus hijos han podido verla hasta ahora, porque cuando les he pasado la voz no hemos coincidido en horarios; voy a ver si pueden ir este sábado. Con Carmen la situación es un poco especial; desde que Juan falleció, ella está muy sensible con el tema. Cuando empezamos a grabar Lima en la Piel ya tenía principios de Alzheimer. Ahora está más avanzado, se olvida mucho de las cosas a mediano, corto plazo pero de Juan nunca se olvida. Ella se muere por ver el documental, pero tiene que verlo en casa de una de sus amigas en Barranco, porque va a ser algo muy fuerte, muy duro para ella.
Hay escenas que me parecieron muy bacanes porque nunca las he visto en documentales peruanos, por ejemplo la escena en el Parque de las Aguas, las personas retratando su forma de vida, sus vestuarios y estilos, etc. ¿Cómo nacen estas escenas? ¿Por qué las metes ahí? Me gusta mucho que sea otra mirada de Lima, la sentí como una reivindicación de algunas personas que son invisibles pero son parte de la Lima actual.
Como también estaba esta premisa de retratar la ciudad de Lima y sus habitantes, no me podía concentrar sólo en los personajes principales. Yo lo tomé cómo hacer también estampas de la ciudad de Lima yendo a grabar en distintos lugares. Habían personajes secundarios y personajes estampas. Los secundarios son los hijos de Gloria, por ejemplo, los que pueden salir más de una vez en la historia. Los estampa son los que salen una vez y a los que se les pregunta algo muy corto. Fuimos a grabar al Parque de las Aguas y encontramos una pareja de cantantes de música folclórica; luego fuimos a la Plaza de Armas, habían unas quinceañeras, unas novias, también las entrevistamos. Grabamos en Agua Dulce, en conciertos, etc. Esa era la idea de hacer estampas; cuando grabamos a Lima y sus habitantes salimos un poco a la superficie a respirar y luego volvimos a sumergirnos y entramos otra vez en profundidad en la vida de los personajes principales.
¿Lima en la Piel tiene algo de La Rosa Náutica?
Está libremente inspirado en el personaje de Anita, porque la protagonista de Rosa es una prostituta de cuarenta años que se enamora de uno de sus clientes, pero él sólo la minimiza y ella tiene la esperanza de que quizás en algún momento la corresponda. Está basado en una historia que me contó Anita, porque ella se inició en la prostitución a los cuarenta y me contó que se enamoró de uno de sus clientes. Me agarré de eso para escribir la historia de La Rosa Náutica, pero obviamente con matices propios, cosas que yo le he puesto.
¿Ahora estás haciendo otra Rosa, no? Cuéntanos sobre eso.
Es mi nuevo proyecto, un cortometraje de ficción experimental. Es la historia de la Rosa de El Principito, que envejece y decide ir a buscarlo. Aterriza en Lima y es una mirada a nuestra sociedad contemporánea, pesimista y decadente. Es el viaje de la Rosita buscando al Principito, errando por las calles de Lima. Es de corte surrealista; la protagonista va a llevar una máscara en forma de rosa roja que llevará puesta todo el tiempo. Una mujer con cuerpo humano y cabeza de rosa; por eso el corto se llama La Mujer Rosa.
Todos tus personajes son mujeres; siento una gran femineidad dentro de esto. ¿La construcción de ellas fue muy importante para ti?
Hay un patrón que se repite en las películas que he hecho y en la que voy a grabar. En Lima en la Piel, la mayoría de los personajes son mujeres, en mis dos cortos también son mujeres mayores y solitarias. El que voy a grabar también es sobre una mujer mayor y solitaria. No es que yo lo quiera hacer así, es algo que se ha dado porque son las cosas de las que me nace hablar. Me he dado cuenta que las películas son bien femeninas, pero es porque yo me identifico con los personajes; las entiendo y las comprendo. No me nace hasta ahora hacer una película cuyo protagonista sea un hombre.
Hay otra experiencia en el extranjero: tu película acaba de mostrarse en el Bafici. ¿Cómo le fue allá?
Para mí fue hermoso; creo que ha sido el viaje más lindo que he tenido en mi vida. La gente del Bafici eran muy amables, todos han sido muy atentos. Hermosa la experiencia de estar viendo películas todo el día. La recepción que tuvo la película también fue muy buena, muy positiva. La gente se acercaba a hacer preguntas, a agradecer; la experiencia más mágica con respecto al cine que he tenido ha sido en la última proyección de Lima en la Piel en Bafici. Cuando acabó, se me acerca una chica llorando, atragantándose con el llanto. Me dice, “Gracias, ¿te puedo dar un abrazo?” Y yo dije, “Por supuesto, ¿Qué pasa, en que te puedo ayudar?” Y me dice, “En realidad estoy muy conmovida por la película y todo lo que nos contaste al final”. La abracé, me contagió el llanto y también me puse a llorar. Nunca en mi vida había vivido algo así. Luego pienso: “Que lindo ir a otro país y ver cautivada así a una persona, que se ponga a llorar y te agradezca, que hermoso”. Si voy a hacer cine para que ocurran estas cosas tan hermosas, que bien, me estimulan a seguir haciendo más cine. Yo siempre he pensado que el cine sirve para cautivar y ese siempre ha sido mi objetivo. Fue mi primera experiencia en un festival extranjero con una película largometraje en competencia, algo totalmente nuevo pero muy enriquecedor y que no voy a olvidar nunca.
¿Y cómo le fue a la película en Transcinema?
Es un festival al que le tengo mucho cariño; yo decidí por voluntad propia que Lima en la Piel se estrenara ahí. Pero bueno, fue un festival local, en mi país; la película tuvo cierto público, pero no la cantidad ni la acogida que tuvo en Bafici, que es un festival enorme; ahí se respiraba cine en cada rincón. Esa experiencia fue inolvidable. Pero Transcinema es un festival muy arriesgado, con una programación hermosa y para mí ha sido un honor estrenar mi película ahí, en la Competencia Transandina.
En este momento eres docente; cuéntanos un poco sobre esa experiencia. ¿Cuáles son tus planes, que has pensado hacer en cine? ¿Vas a seguir enseñando, haciendo películas?
Desde hace un año trabajo como docente universitaria de cursos de cine y audiovisual. Me gusta mucho enseñar, me parece hermoso compartir conocimiento con los alumnos y yo aprendo mucho de ellos. Pero no quiero vivir sólo de enseñar, quiero seguir haciendo cine. Sigo trabajando en mis proyectos; por ejemplo, dentro de un mes voy a grabar La Mujer Rosa y estoy escribiendo mi primer largometraje de ficción, que tiene tintes autobiográficos y habla de una infancia agridulce desde el punto de vista de una niña huérfana. Se llama Los Días Azules.
También tengo un proyecto nuevo de largometraje documental, medio autobiográfico y a la vez un retrato de otras personas que al igual que yo también tienen un problema cardíaco y están a la espera de un diagnóstico más exacto sobre lo que tienen. Se llama El Lado Izquierdo del Corazón. También es una búsqueda de mi padre, que falleció cuando yo era muy pequeña, sobre su familia, sobre el pasado de mi madre. Es una búsqueda que implica muchas cosas. No quiero hablar mucho sobre eso, pero hay dos proyectos, el documental, el largo de ficción y en verano vamos a grabar un corto de ficción con el mismo equipo de siempre, en la selva.
Majo Moreno junto a Anita, protagonista de Lima en la Piel