El metal como movimiento y crítica social: Songs of Injustice 0 1981

Toda expresión artística es un reflejo del ambiente en el que fue creada. Es algo que se puede decir del cine; ver una película nos puede brindar una mirada a la situación político-social- cultural por la que atraviesa cualquier sociedad en determinado momento. Esto también se aplica a la música, que puede ser empleada como un llamado de alerta o de concientización.

Uno de los géneros más comprometidos con esta misión es el metal; de ser un estilo de música considerado muy ruidoso por oídos más sensibles, uno que sólo se preocupaba de Satanás y demás elementos macabros según sus detractores, se ha convertido ahora en el medio perfecto para protestar y concientizar; no sólo porque ya con el nivel de decibeles llama la atención, sino porque es por naturaleza un género enojado, fuerte, perfecto para alzar la voz.

Al menos así lo entiende el Dr. Nelson Varas-Díaz, puertorriqueño de nacimiento y hoy académico del Depto. de Estudios Socioculturales Globales de la Florida International University en EE.UU. Varas-Díaz es director de Songs of Injustice: Heavy Metal Music in Latin America, un viaje alrededor del continente a través de aquellas bandas de metal que han reflejado tanto la historia como la actual situación político-cultural-social de su país en su música, una muy apegada a su particular identidad.

No es un tema nuevo para Varas-Díaz, que anteriormente dirigió The Distorted Island: Heavy Metal Music and Community in Puerto Rico, enfocado en las bandas de metal de su país; y The Metal Islands: History, Culture and Politics in Caribbean Heavy Metal Music, abarcando todo el Caribe. Ahora, el director va más allá para abarcar otros países del continente.

En Perú, Varas-Díaz comparte con Kranium, banda formada en 1984 y pionera en el mezclar instrumentos andinos con la distorsión. Fiel a sus raíces, la banda fue además una de las primeras del género en cantar en quechua y sus letras eran un reflejo de un país que a fines de los 80 y principios de los 90 sufría los estragos de la presencia del grupo terrorista Sendero Luminoso; este apego a mostrar la realidad del país se vio en temas como ¿Sociedad o Suciedad?, Markawasi y Castro Castro.

Años después, una de las bandas influenciadas por Kranium y que han mantenido la costumbre de mezclar instrumentación andina con arreglos más propios del rock es Flor de Loto. Esta banda de rock progresivo toma sus letras e influencias de, entre otras, la cosmovisión andina y tiene como meta el acercar al público a sus raíces, sabiendo que en el Perú existe una brecha entre regiones producto de años de conflicto; resulta fácil para la capital ignorar lo que sucede en el resto del país y parte de la meta de esta banda es acortar esta distancia a través de su música y lograr que el público tenga una mayor identificación con su cultura.

Varas-Díaz además viaja a México, donde la banda de thrash metal Leprosy marcó un hito con su primer disco, Llora Chiapas, en recuerdo del levantamiento indígena – también llamado Zapatista – ocurrido en Chiapas en 1994 y que tuvo como protagonista a Rafael Vicente, el Subcomandante Marcos, líder de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN). En Chile, el director explora una escena metal surgida en la represión y la censura de la dictadura militar de Augusto Pinochet; uno de los momentos más impactantes es el testimonio de Yanko Tolic, vocalista de Massakre, quien fuera detenido y torturado por los militares. Y en Argentina, bandas como Tren Loco (en un claro homenaje al Príncipe de la Oscuridad, Ozzy Osbourne) y Arraigo, entre otras, promueven el pensamiento de “el aguante”, una filosofía que busca la unión del pueblo argentino en resistencia a cualquier obstáculo.

 

Songs of Injustice es un primer acercamiento al metal latinoamericano y sus particularidades; aún queda mucho por descubrir. El documental se podrá ver en una función especial el día martes 2 de abril a las 6pm en el Auditorio de Humanidades de la PUCP. Varas-Díaz estará presente para un conversatorio post-proyección y la noche concluirá con un concierto de Kranium junto a Flor de Loto. Gran oportunidad para conocer a dos exponentes del metal y hard rock en el Perú.

La entrada es libre previa inscripción. Para mayor información, visitar la página del evento en Facebook.

Un poco de cultura musical:

Esclavitud de tu Ser – Flor de Loto (filmado en el Bosque de Piedras de Marcahuasi)

El Obraje – Kranium

 

 

No te lo pierdasTe podría interesar
Cofundador y editor en FotografiaCalato.com. Bachiller en Periodismo de la Universidad Católica del Norte en Antofagasta, Chile. Master en Creative Writing, Publishing, and Editing (Escritura Creativa y Edición) de la Universidad de Melbourne, en Australia Redactor de Godard! Revista de Cine desde el 2005. Ha sido redactor de la revista de cine australiana Filmink. Colabora con el portal de noticias canadiense ScreenAnarchy. Miembro de la Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica (APRECI). Escribe el blog semanal Cinéfilo de Martes en la página web del diario Publimetro, además de colaborar con otros medios nacionales e internacionales. Redactor de la página web No Es En Serie, dedicada a series de televisión. Además mantiene su propio blog, Desaires, desde el 2005, donde escribe sobre cine, música y temas afines.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Crítica: Yana-Wara 0 1038

Yana-Wara (2023), como ya se sabe, es el último proyecto del puneño Óscar Catacora, co-dirigido junto su tío Tito. Se esperaban grandes cosas del joven Catacora luego de su prometedor debut, Wiñaypacha (2017), un crudo y difícil retrato de una cruenta vejez en el Ande peruano. Esta nueva película confirma que lo de ese primer filme no fue flor de un día; Catacora era un talento en ciernes, lo cual hace que su impensado fallecimiento en pleno rodaje duela aún más.

Yana-Wara (Luz Diana Mamani) es una niña huérfana y muda de apenas 13 años, obligada a vivir en la remota puna junto a su abuelo Don Evaristo. Tras asistir a una escuela rural, la joven es vejada por su maestro, lo cual lleva a su anciano cuidador a tomar una drástica decisión y a la justicia del pueblo a tomar cartas en el asunto.

En su momento, de Wiñaypacha se dijeron varias cosas; y si bien la mayoría estaba de acuerdo en que se trataba de uno de los mejores estrenos peruanos de la última década, completamente ajeno a consideraciones comerciales y más cercano al cine de autor, también se le acusó de tener una mirada miserabilista, o de pornomiseria, como se suele referir a películas hechas para el circuito festivalero que realzan la miseria de Latinoamérica para públicos extranjeros. La película de Catacora al final logró escapar de estos rótulos debido a su profunda humanidad; era un filme que golpeaba fuerte, que dejaba huella, pero que al menos lograba que el espectador reflexione acerca de ciertos aspectos de la vida cotidiana – al menos, en lo que se refiere a las relaciones paternales; más de uno seguramente quiso dar un abrazo a sus padres o abuelos inmediatamente después.

Este sentir tan compasivo y humano se extiende ahora a la historia de la pequeña Yana-Wara, sometida a vejamenes que no comprende y donde todos inevitablemente deciden por ella. En lo que se refiere a retratos audiovisuales del mundo andino, uno se puede acostumbrar a una imagen exótica y romántica de su estilo de vida, ritos y costumbres, realzando una faceta mística, de conexión con la naturaleza y el espíritu andino que bebe del cine y hasta de documentales televisivos o campañas de PromPerú; un retrato que a veces puede caer en lo condescendiente y paternalista. Para un público urbano y occidentalizado resulta fácil caer en este patrón e ignorar lo real, al considerarse algo lejano.

Los Catacora van en contra de esta visión y tal como en su anterior trabajo, Yana-Wara es una cruda y fuerte dosis de realidad sobre el Ande. La niña es sometida prácticamente a una tortura interminable, obedeciendo a prácticas y costumbres que pueden considerarse arcaicas y que rayan buena parte del tiempo en el abuso físico y psicológico; esto sumado a una sociedad se sabe es machista y que ya tiene visto robarle su propia voz a la niña incluso antes de que esta la pierda. Está además el sistema de justicia que ve el caso de Don Evaristo, uno donde parece primar el concepto del ojo por ojo sin mayor sutileza; en un país con un sistema judicial tan alicaido como el nuestro, esto no resulta un bálsamo.

Todo esto contrastado con la paz y serenidad de unos remotos aunque majestuosos paisajes andinos plasmados en blanco y negro; el contraste entre bucólicas vistas de la naturaleza y los sucesos a veces inhumanos que vemos en pantalla resulta chocante. Los Catacora no buscan aleccionar ni dar sermones; parecen solo estar mostrándonos sin tapujos una realidad de cierta región del país que muchos o pasan por alto o ven edulcorada, una que no ha cambiado nada en varios años; de ahí a que esta historia resulte atemporal y puede ser tanto contempóranea como ambientada hace 20, 30 años sin que se note la diferencia.

Por lo demás, Yana-Wara es una progresión natural en el cine de los realizadores puneños. Donde Wiñaypacha era contemplativa y de un estilo casi documental, esta recurre más a recursos cinematográficos, desde la narración a destiempo – buena parte del film es un flashback mientras Don Evaristo cuenta su historia a las autoridades – hasta marcados trucos de edición y momentos casi subliminales – una escena clave bien podría verse como una película de terror, con todo lo que eso conlleva. Lástima entonces que la carrera de Óscar haya quedado trunca justo cuando se estaba desarrollando. Ahora le queda a Tito tomar la posta, pero al menos nos queda como legado de este joven director dos filmes que están entre lo mejor del cine nacional reciente.

 

Continuar leyendo

Estreno: Tayta Shanti 0 1096

«Una película sobre la familia y la identidad». Esa es la descripción de Tayta Shanti, tercer largometraje del huancaíno Hans Matos Cámac luego del «western andino» Pueblo Viejo y la reciente Peso Gallo. Se trata de un reencuentro entre Ángela (Julia Thays) y su hija Angie (María Tesoro) con sus familiares en Huancayo. Con la celebración del Tayta Shanti – fiesta emblemática del Valle del Mantaro – como trasfondo, ambas confrontarán a sus raíces e identidas provinciana.

“Somos testigos de los conflictos y problemas que vive una familia en el marco de la celebración de la fiesta del Tayta Shanti. Cada vez que contaba a alguien de qué iba la película, no dejaban de hablar de lo común que es la situación en Huancayo. Los jóvenes protagonistas de esta historia, verán cuestionada su identidad al verse enfrentados a una sociedad que los confronta”, comenta el director.

El director recuerda que desde niño ha participado en fiestas tradicionales con su familia. “Las carpas de comida, los castillones, la música, los vestuarios, la algarabía; todos estos elementos están grabados en mi memoria. Cuando un foráneo me pregunta por los excesos de la fiesta, comienzo a explicarle lo que la fiesta significa para mí: una oportunidad para reunir a la familia y estar juntos a pesar de nuestras diferencias. Con esta película espero compartir esas emociones con el público”.

Completan el reparto Gianco Ponce, Melvin Quijada, Marco Miranda, Laurens Flores y Benjamín Baltazar. Grabada íntegramente en Huancayo, Tayta Shanti se estrena el 29 de febrero.

 

Continuar leyendo