Desde esta semana y hasta finales de octubre hay una seguidilla de estrenos nacionales; resulta contraproducente que tantos filmes peruanos tengan que pelearse entre ellos para llamar la atención del público (lamentablemente, habrán perdedores), lo cual sigue demostrando que el verdadero problema del cine nacional es la distribución y exhibición.
No así la creatividad; independiente de la calidad de las películas mismas, hay variedad.
La Pasión de Javier de Eduardo Guillot
Segundo proyecto dedicado al joven y trágicamente fallecido poeta luego del documental El Viaje de Javier Heraud de Javier Corcuera. Donde este último era un homenaje y una remembranza de parte de su círculo más cercano, está es una biografía que relata su juventud, sus inicios en la poesía, su acercamiento a la política y su muerte en la selva peruana en los años 60.
Relatada de forma eficiente, pero sin mayores sobresaltos – la historia de Heraud ya es conocida, por lo que es sólo esperar a que llegue a su esperado y trágico final – si algo hace bien esta película es en remarcar la gran pérdida que sufrieron las letras peruanas de un talento en alza. Heraud dejó inconclusa una prometedora trayectoria para perseguir un ideal político acorde con sus convicciones y le costó la vida.
¿Poeta o guerrillero? Un dilema resumido por Tommy Párraga en un breve pero solvente papel como el líder de una guerrilla: “La revolución se hace con armas y cuesta sangre.” Heraud se da cuenta demasiado tarde que no hay nada romántico en el camino que escogió. La Pasión de Javier es un correcto drama de época, un buen complemento para el anterior documental y que para el director Eduardo Guillot representa un tremendo salto de calidad luego de la fallida Caiga Quien Caiga.
Yuraq de Pierre Taisne
Los pishtacos – personajes del folclor andino que secuestran a personas para extraerles la grasa del cuerpo – ya se han convertido en parte del cine nacional, vistos en cintas como Pishtaco (2003) de José Antonio Martínez Gamboa o El Misterio del Kharisiri (2004) de Henry Vallejos, entre otras. Yuraq, de Pierre Taisne, pretende insertarse dentro de la misma línea, pero resulta publicidad engañosa; no se encuentra nada respecto a la mitología o el folclor en su historia de un joven secuestrado y torturado por psicópatas que luego difunden los videos a través de la Internet y la dark web.
En realidad, Yuraq no es más que una variante de Hostal y otras cintas parecidas, sólo que llegó con al menos una década de atraso al subgénero del torture porn, que luego de la eterna saga de Saw parece ya cayó en desuso. No es más que una seguidilla de jump scares – sin una atmósfera siniestra que las acompañe, resultan más irritantes que otra cosa – y gore gratuito, sin mucho más que añadir al abortado género de terror peruano.
Donde Yuraq falla y con creces es en el querer colgarse de un personaje del folclor nacional para luego ignorarlo y sólo repetir una manoseada fórmula. Incluso, se le podría acusar de apropiación cultural, de ser deshonesta y trae a la mente algo que se le suele decir a los escritores: “escribe de lo que sabes”. Aplica también para cineastas.